Capítulo uno: La chica gato.
Ya hacía más de dos meses desde que Kurapika había
llegado a York Shin, para trabajar como guardaespaldas de la familia Nostrade.
El motivo por el cual aceptó el trabajo era, para encontrar los ojos de sus
compañeros del clan. Pero en lo que llevaba trabajando, solo habían encontrado
un par y estos eran falsos.
Dentro poco se celebraría una nueva subasta. El jefe
les había dado el día libre para que buscasen información y, aunque Kurapika no
estaba muy convencido, aceptó.
Hacia dos meses que estaba en la ciudad y aun no la
conocía por completo. Su móvil no contaba con GPS y era muy fácil perderse, por
las enormes calles y callejones de la ciudad.
Y como era de esperar, se perdió:
“Genial… Estoy perdido… ¡Esta ciudad es demasiado
grande!” pensó el
rubio molesto.
Dio la vuelta y deshizo el camino, lo que le costó un poco, ya que casi todas las calles se parecían. Nada más entrar en una de las calles, una “cosa blanca” chocó con Kurapika.
Dio la vuelta y deshizo el camino, lo que le costó un poco, ya que casi todas las calles se parecían. Nada más entrar en una de las calles, una “cosa blanca” chocó con Kurapika.
-¡Auch~! -dijo la extraña “cosa blanca”.
En cuanto se
dio cuenta de que había chocado con alguien, le ayudó a levantarse.
-Lo siento –se disculpó él.
Se quedó mirando a la “cosa blanca” que resultó ser
una chica. Era la primera vez que veía una chica con ese color de pelo, era
totalmente blanco y sus ojos eran de un color azul marino que hipnotizaban.
“¡Qué guapa!… No parece humana…” pensó un poco sorprendido Kurapika.
-¡No pasa nada! Fui yo la que no miraba por donde iba…
–se quedó mirando al rubio- ¿Tú no eres de por aquí, no? –le preguntó ladeando
la cabeza. Ese simple gesto de niña pequeña hizo que él se sonrojase un
poquito.
Era obvio que
no lo era, su ropa lo delataba.
-No.
Hace poco que llegue a la ciudad… –empezó a decir Kurapika, pero la chica le
interrumpió.
-Y
te has perdido ¿No?
El
chico suspiró pesadamente, porque nunca antes se había perdido y no era normal
en él.
–Sí
–admitió avergonzado.
-Si
quieres... Te enseño un poco la ciudad y de paso tomamos algo –miró detrás de
sí nerviosa.
Kurpika
se percató de aquel gesto y se quedó mirando hacia la misma dirección que ella.
“¿Qué
estará ocultando? ¿La estarán persiguiendo?” pensó el rubio.
Miró su reloj, aún tenía tiempo de sobra y le
vendría muy bien conocer la ciudad –Está bien, muchas gracias.
-No
hace falta que me des las gracias ¡Es un placer pasar el tiempo con un chico
tan guapo! –se tapó la boca, roja como un tomate.
“¡Mierda
lo dije en voz alta! Ahora seguro que piensa que soy una pervertida.” Lo miró bien: “Bueno… seguro que
tiene dos años más que yo… Aun así…”
Él
se sonrojó nada más oír el comentario. Muy pocas personas, por no decir ninguna,
le habían dicho que era guapo, de hecho siempre lo confundían con una chica y
eso le fastidiaba mucho.
Se
hizo un silencio incomodo entre los dos… No duró mucho ya que la chica decidió
continuar con la conversación.
-No
me he presentado. Me llamo Eiko ¿Y tú?
Kurapika
se quedó callado pensando. “No parece peligrosa… Dudo que tenga algo que ver
con… ¿Pero que estoy pensando…? Seré tonto… No, noto ningún poder que emane de
ella” Pensó Kurapika mirando a la
chica.
-Yo
me llamo Kurapika…-dijo algo nervioso, nada propio de él.
-Bien,
ahora que nos conocemos mejor… ¡Ya podemos ir a ver la ciudad! –le cogió de la
mano y se lo llevo a rastras.
Pero
antes, volvió a mirar atrás…. Y nadas mas girase vio a un grupo de hombres
vestidos de traje, que estaban mirando para todas partes. Eiko tiró más fuerte
del chico y se alejaron de esos hombres.
Kurapika,
notó como la chica se ponía nerviosa y notó que le apretaba más fuerte la mano.
Volvió la cabeza y se quedó mirando al grupo de hombres.
“¿Será
que es una fugitiva? ¿Por qué la persigue la mafia?” Miró bien a la chica por segunda vez. “No
tiene pinta de ser una criminal”
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Enseguida
los dos se olvidaron de los hombres de negro y disfrutaron del día.
Visitaron
varios lugares de esa enorme ciudad, Eiko una vez se había relajado, le fue
explicando al rubio cada cosa que visitaban. Parecía una enciclopedia andante.
Kurapika,
se olvidó por completo de la subasta y disfrutó aquellos momentos con la peli
blanca. Por una vez podía ser un chico normal y corriente y todo gracias a la
chica.
Al
mediodía entraron en un pequeño restaurante. La chica no paraba de contarle
datos históricos sobre York Shin.
“No
para de hablar… Debe gustarle la mucho historia…” Pensó en el rubio sorprendido.
-Creo
que estoy hablando demasiado. Cuando empiezo con la historia no paro… –se
disculpó Eiko.
-No
pasa nada. A mí también me gusta la historia.
-¿En
serio? No lo aparentas- dijo sorprendida.
-Tú
tampoco lo aparentas –comento él algo ofendido.
-¡Es
cierto! –empezó a reírse.
En
la cara del rubio se le formo una sonrisa en la boca. Hacía mucho tiempo que no
estaba con alguien tan alegre. Aun así, se acordó de que la estaba persiguiendo y por alguna razón
quería ayudarla.
-¿Llevas
mucho tiempo en la ciudad? –preguntó a Eiko.
-Bueno…
hace dos años que llegué a la ciudad. Dentro de poco me marcho. –le contestó,
mientras removía su chocolate caliente.
-¿Es
por ese grupo de hombres?- preguntó al fin.
Eiko
nada mas oír la pregunta se puso nerviosa.
-Sí.
Esos hombres llevan un par de días detrás de mí.
-¿Por
qué?
-Bueno…
digamos que soy una persona algo diferente –miró al reloj que estaba en la
pared del local –Bueno… Tengo que irme. Encantada de conocerte… Adiós –pagó su
parte y se marchó corriendo.
Kurapika
no le dio tiempo a reaccionar y cuando lo hizo la chica ya había desaparecido.
“Que
rápida…” Pensó el
rubio desconcertado. Miró su reloj “Bueno…
Ya es la hora, tengo que regresar”
Pagó
y se marcho algo preocupado por Eiko. Algo en su interior le decía que tenía
que ir a buscarla, pero no lo hizo.
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Al
día siguiente. En la casa Nostrade, todos los guardaespaldas estaban listos
para ir a la subasta. Esta vez la hija del jefe no los acompañaría, lo que para
ellos era un alivio.
Kurapika,
se encontraba algo inquieto. Ayer no dejó de pensar en Eiko y en ese grupo de
hombres. ¿Habría hecho mal haberla dejado ir? Pensaba cada dos por tres.
Una
de las compañeras del rubio y su única amiga, se acercó al chico. Había notado
que las pulsaciones de su corazón eran algo inquietas y no era por los ojos del
clan Kuruta que se subastaban, si no por otro motivo.
-¿Te
preocupa algo? Tus pulsaciones son muy irregulares –le preguntó al chico.
Era
difícil engañarla. Y era inútil intentar mentir, por lo que decidió contárselo todo,
menos la parte de que se había perdido.
Una
vez terminó. Ella se quedó callada pensando.
-Cuando
terminemos en la subasta podría ayudarte a buscar a la chica.
-Ella
dijo que se marcharía de la ciudad. Puede que ya no esté aquí –comento el
rubio.
-Bueno
nunca se sabe.
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Una
vez en la subasta. El grupo de guardaespaldas se dividieron por parejas. Ese
día habría diferentes subastas. Kurapika y Melody se fueron a la sala que les
correspondía.
Al
cabo de unos minutos, empezó la subasta. Los artículos que salían a subasta,
rápidamente eran vendidos y muchos de ellos se pagaban cifras increíbles.
Al
acabar. Cada pareja fueron a pagar el artículo que había comprado.
Kurapika
se encontraba en la fila cuando vio por uno de los monitores, vio la cosa menos
pensada.
La
presentadora estaba anunciando, que en las instalaciones se encontraba un ser
totalmente extraordinario. Señaló a una de las pantallas y en ella se podía ver
a una chica encadenada, esta tenía orejas de gato y también una cola.
Melody
estaba al lado del rubio, cuando noto como las pulsaciones de este se
disparaban. Dirigió la vista hacia el monitor y vio a la chica encadenada.
-Es
ella –dijo él sorprendido.
Ahora
todo tenía sentido. Eiko no era del todo humana. Y aquellos hombres la buscaban
por eso.
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